domingo, 21 de marzo de 2010

Ordenación Sacerdotal, Fray Alberto Robles Portugal


















Os he llamado amigos, porque os he manifestado todo lo que he oído a mi Padre. No me habéis elegido vosotros a mí, soy yo quien os he elegido y os he destinado a que os pongáis en camino y deis fruto, y un fruto que dure" (Jn 15,15).








Jesús entrega su amistad y pide la nuestra. Ha dejado de ser el Maestro para convertirse en amigo.
Escuchad como dice: Vosotros sois mis amigos... No os llamo siervos, os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer…
En aras de esa amistad, que es entrañable, que es verdadera y ardorosa, desea atajar a los que aún pudieran no hacerle caso.
"No sois vosotros -les dice- los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido".


"Él no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, ha elegido a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión.

Ellos renuevan en su nombre el sacrificio de la redención, y preparan a sus hijos el banquete pascual, donde el pueblo santo se reúne en su amor, se alimenta con su palabra y se fortalece con sus sacramentos.









Sus sacerdotes, al entregar su vida por él y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y así dan testimonio constante de fidelidad y amor "No me habéis elegido vosotros a mí, os he elegido yo a vosotros".












Necesitaste y necesitas de mis manos para bendecir, perdonar y consagrar; mi corazón para amar a mis hermanos, pediste mis lágrimas y no me ahorré el llorar.









Mis audacias yo te di sin cuenta gotas, derroché mí tiempo enseñando a orar, mi voz gasté predicando tu palabra y me dolió el corazón de tanto amar.








A nadie negué lo que me dabas para todos. A todos quise en su camino estimular.
Me olvidé de que por dentro yo lloraba, y me consagré de por vida a consolar. Pediste que te entregara mis pies y te los ofrecí sin protestar, caminé sudoroso tus caminos, y ofrecí tu perdón con gran afán.



Cada vez que me abrazabas lo sentía porque me sangraba el corazón, eran tus mismas espinas que me herían y me encendían en la hoguera de tu amor.








Fui sembrando de Hostias mi camino inmoladas en tu personificación: innumerables Eucaristías ofrecidas, han traspasado la tierra de fulgor.